Pobreza de tiempo Marta Lamas

08/09/11 - México

 

MÉXICO, D.F. (Proceso).- Con el objetivo de difundir e intercambiar información e investigación de punta sobre uso del tiempo y economía del cuidado, ONU Mujeres, la Cepal, el INEGI y el Instituto Nacional de las Mujeres realizaron la semana pasada la reunión de trabajo “Políticas públicas, uso del tiempo y economía del cuidado. La importancia de las estadísticas nacionales”. A lo largo de dos días, expertos de varios países de América Latina expusieron los resultados de encuestas que exploran el uso del tiempo dentro de las familias, así como de investigaciones sobre aspectos básicos de la economía del cuidado. 

La reunión inició con el INEGI dando el notición de que en nuestro país el trabajo no remunerado equivale al 22% del PIB. Este dato es parte de los resultados de la “cuenta satélite de trabajo no remunerado en México”, y el INEGI dio una explicación cuidadosa de la metodología que se usó para llegar a él. México es el primer país de América Latina en realizar esta contabilidad que, por cierto, era un compromiso que se venía arrastrando desde los acuerdos de la Conferencia de Beijing (1995). 

Tal vez lo que más me impactó fue la información sobre la “pobreza de tiempo”. El tiempo es un indicador de bienestar, y este concepto que habla de su carencia marca la brecha de desigualdad en el uso del tiempo entre mujeres y hombres. 

Según el Inmujeres federal, en México el 41% de las mujeres tiene “pobreza de tiempo”. ¿Qué significa esto? Que las mujeres, en una proporción muchísimo mayor que los hombres, se dedican a las tareas del hogar y del cuidado de los seres vulnerables: niños, enfermos, discapacitados y ancianos, con una merma sustantiva del tiempo que podrían dedicar a sí mismas, al descanso, el ocio o la formación. 

Desde siempre las mujeres se han hecho cargo de los cuidados, y ahora que han entrado masivamente a trabajos remunerados y actividades políticas, se ha creado un conflicto con los hombres por la distribución de responsabilidades en el hogar. No obstante los decisivos cambios que las mujeres han introducido con su ingreso al ámbito público, no ha habido un movimiento a la inversa, de participación masculina en el suministro de cuidados a niños, enfermos y ancianos en el ámbito privado. Se sigue pensando que lo “natural” es que las mujeres se hagan cargo de esta tarea, y muchas lo siguen haciendo en dobles y triples jornadas de trabajo. 

Incluso, en parejas donde los hombres se hacen cargo también de los hijos, la repartición de tareas no es equitativa para nada. En la labor de criar hijos hay un cuidado activo y uno pasivo, y a veces el cuidado es una actividad primaria y en otras es secundaria. Para las madres la crianza es una actividad primaria, y éstas hacen más actividades dobles, más trabajo físico, con un horario más rígido y una responsabilidad mayor que la que tienen los padres. El cuidado de los padres se da dentro de una disponibilidad de tiempo menor, y casi siempre es una actividad secundaria, que no aligera a las madres de sus tareas de cuidado principal. Por eso las madres dedican muchísimo más tiempo al cuidado infantil, y de una manera que las limita para desempeñar otras funciones. 

Aunque el cuidado infantil es una parte sustantiva de la economía del cuidado, no es la única. Todos los seres humanos necesitamos que nos cuiden desde que nacemos hasta la adolescencia, pero también cuando enfermamos y cuando entramos a la vejez. Por economía del cuidado se alude al conjunto de actividades, bienes y servicios (mercantiles y no mercantiles) que se utilizan para cuidar a los distintos integrantes de la familia. La definición de cuidado como “el servicio que mejora las capacidades humanas de quienes reciben cuidados” muestra tanto la complejidad que implica como la inmensa brecha que se registra en la situación actual. Hay un desequilibrio entre las necesidades de todo tipo de cuidados y lo que se hace. El hogar suele ser el espacio de cuidado por excelencia, y aunque existen servicios externos como las guarderías (que según el nivel socio-económico que se tenga pueden ser buenas o malas), no hay “guarderías” para ancianos. 

En nuestro país, el hecho de que los hombres no se responsabilicen de este tipo de trabajo implica la dependencia económica de madres y esposas o la doble jornada de trabajo de las que sí lo hacen. Por eso el trabajo de cuidado es un poderoso componente de la “pobreza de tiempo”. La distribución de las responsabilidades relacionadas con el cuidado es, en sí misma, una cuestión de justicia, y el cuidado de los hijos, los enfermos y los viejos tiene un valor que trasciende a la familia privada y beneficia a la sociedad. De ahí la importancia de visibilizar el trabajo no remunerado que ahí hacen casi en su totalidad mujeres. El INEGI nos acaba de mostrar la contribución económica del trabajo “invisible” pero indispensable. 

Alentar a los hombres a compartir equitativamente las tareas del cuidado implica cuestionar el mandato cultural de la masculinidad. Establecer licencias amplias de paternidad es una vía para abrir nuevos rubros de responsabilidad. Si en otros países las políticas públicas han logrado transformar los hábitos masculinos en relación con el cuidado, ¿lo harán también en México? 

Para mayor información: http://www.educacioncontracorriente.org/index.php?option=com_content&view=article&id=32278:pobreza-de-tiempo-marta-lamas&catid=14:maestros 


 

No cuentan trabajadoras con iguales beneficios que los hombres
Aumenta desigualdad de género en el trabajo: OIT

28/02/2012 - México 

 

Por la Redacción

México, 5 mar 10 (CIMAC).- Actualmente existe una gran brecha entre hombres y mujeres, respecto a oportunidades de trabajo y calidad del empleo, señala el informe “Las mujeres en el mercado de trabajo: Medir el progreso e identificar los desafíos” de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

La OIT calcula que la tasa de desempleo femenino en el ámbito mundial aumentó de seis por ciento en 2007 a siete por ciento en 2009, un poco más que la tasa masculina, que aumentó de 5.5 a 6.3 por ciento.

Al mismo tiempo, el porcentaje de mujeres en empleo remunerado y asalariado creció de 42.8 por ciento en 1999 a 47.3 por ciento en 2009, mientras que el porcentaje de empleo vulnerable disminuyó de 55.9 a 51.2 por ciento.

Sin embargo, Sara Elder, del Departamento de Tendencias del Empleo de la OIT y principal autora del informe, señaló en un comunicado que "si bien hemos visto progresos en algunas áreas desde que se realizó la conferencia de Beijing, y si bien más mujeres están eligiendo trabajar, las mujeres todavía no gozan de los mismos beneficios que los hombres en el mercado del trabajo".

"Todavía encontramos más mujeres que hombres en empleos precarios o con bajos salarios, ya sea porque este es el único tipo de trabajo al cual tienen acceso, o porque precisan encontrar algo que les permita equilibrar las responsabilidades de la familia y el trabajo. Los hombres no enfrentan estas mismas limitaciones", abundó Elder.

El informe de la OIT dice que el impacto inicial de la crisis económica mundial se registró en sectores dominados por los hombres, como las finanzas, la industria manufacturera y la construcción, pero que desde entonces el impacto se ha extendido al sector de servicios, donde las mujeres tienden a predominar.

La investigación muestra, que existen tres áreas en las que persisten desequilibrios en materia de igualdad género en el mundo del trabajo. Primero, casi la mitad (48.4 por ciento) de la población femenina con más de 15 años permanece económicamente inactiva, comparado con el 22.3 por ciento de los hombres. En algunas regiones, todavía hay menos de 4 mujeres económicamente activas por cada 10 hombres activos.

Segundo, las mujeres que quieren trabajar tienen más dificultades que los hombres a la hora de encontrar trabajo y tercero, cuando las mujeres sí encuentran trabajo, reciben menores salarios y beneficios que los hombres en posiciones similares.

Por su parte Jane Hodges, Directora de la Oficina para la Igualdad de Género de la OIT, señaló que la resolución sobre Igualdad de género en el trabajo decente, adoptada en 2009 por la Conferencia Internacional del Trabajo, guiará los esfuerzos de la OIT hacia un mercado del trabajo donde todas las mujeres y hombres puedan participar.

Se incluirán los esfuerzos para facilitar la emancipación de las mujeres para evitar la desigualdad de la remuneración económica y fortalecer la participación de las mujeres en el diálogo social, puntualizó Hodges.

Para descargar el Boletín y para mayor información: 
http://www.cimacnoticias.com.mx/site/10030508-Aumenta-desigualdad.41763.0.html



 

México: Jefas de hogar, una nueva realidad

20/07/2011 - México 

 

El número de hogares encabezados por mujeres tuvo un sustancial crecimiento de 9.5 por ciento en los últimos cinco años, especialmente en el grupo etario de 30 a 39 años, que registró un incremento de 5.7 puntos porcentuales, según cifras del Censo Nacional de Población y Vivienda 2010.

Pero también el número de trabajadoras asalariadas y remuneradas sin contrato escrito para ese mismo periodo ha crecido 1.5 por ciento y por cada 100 trabajadoras 18 se encuentran en esa condición de alta vulnerabilidad; en su mayoría son jefas de hogar, trabajan sin contrato escrito o por su cuenta. (ENOE-INEGI). 

Conforme a cifras de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares 2010 (ENIGH-INEGI), el tamaño promedio de hogares, fue de 3.9 integrantes y los perceptores por hogar son 2.3; en dos años el ingreso por trabajo independiente (feminizado) tuvo una drástica caída de 35.1 puntos porcentuales. Por ejemplo, si era de 6 mil pesos mensuales pasó a 3 mil 894 pesos. 

Por su parte el ingreso corriente promedio por hogar fue 12.3 por ciento menor al percibido en 2008 y es menor en 1.4 por ciento al de hace 10 años. En el decil I de ingresos (6 mil 163 pesos) la disminución fue de 7.6 por ciento; para el decil X (118 mil 428 pesos) la caída fue mucho mayor: 17.8 por ciento. 

Pero en términos relativos la disminución de los ingresos en los primeros deciles tiene efectos más graves porque atenta contra las condiciones básicas de subsistencia como son alimentos y se reflejan en la calidad de vida. Mientras que en el primer decil de cada 100 pesos de ingreso se destinan 49.9 para alimentos, en el decil X únicamente se erogan 22.9 pesos. 

En contraste, en el decil X por cada 100 pesos 19.5 son para educación y esparcimiento, y en el decil I únicamente 5.4 pesos. Eso hace una gran diferencia en la calidad de vida de los miembros de estas familias y construye un futuro radicalmente distinto. 

La mejor explicación de estos resultados radica en los salarios: en el ámbito rural 8 de cada 10 trabajadores y trabajadoras percibe de 0 a 2 salarios mínimos; en el urbano son la mitad, 5.3; no sólo es la crisis financiera y económica internacional, son las medidas de política económica internas que estrangulan los ingresos del trabajo. 

La mujer que es jefa de hogar soporta todos los gastos de la familia y absorbe los trabajos derivados del cuidado de los hijos y de la casa. En ella descansa la felicidad de los hijos, la familia y la contención de las emociones, en buena medida debido al estereotipo femenino. 

Con excepción de las familias nucleares, los ingresos per cápita entre jefes y jefas de hogar son muy desiguales, en especial en las familias compuestas y no existe una política de Estado que respalde a estas nuevas familias, afectando considerablemente al tejido social y a la economía hogareña. 

La infraestructura o el andamiaje de servicios públicos siguen ordenados en torno a una familia inexistente o por lo menos minoritaria. 

Para la nueva diversidad de familias se requieren guarderías suficientes en calidad y cantidad; horarios extensos en la educación básica (primaria y secundaria); comedores y lavanderías públicas, entre otros. 

Políticas públicas que tejan una red de sustento a la nueva dimensión social de la maternidad y de la jefatura de hogares, donde hombres y mujeres están insertos en un intenso ritmo de actividades económicas. Con ello se lograría reducir la violencia y reconstruir un tejido social en crisis. 

Hay que considerar que el entorno económico no es nada favorable. El crecimiento económico para este año se estima en 4 puntos, una de las tasas más bajas de toda América Latina, según Cepal, con una inflación por alimentos de 8 puntos porcentuales. 

Además se espera una desaceleración de la economía del país para este segundo semestre; las turbulencias económicas internacionales crecen en gravedad y en cantidad, no sólo en la Unión Europea, sino también en la economía norteamericana. 

Así las cosas, ya se ha dado a conocer el primer marco macroeconómico para el 2012, según estimaciones de la Secretaría de Hacienda el crecimiento del PIB será de 4.2; el gasto público real crecería 2.3; con estimación de inflación de 3.5. 

Una política económica inercial y de continuidad, en el declive. El nivel de inflación se ha sostenido gracias a la apreciación del peso, pero sobre todo al castigo del empleo, salario y del mercado interno, en pocas palabras al sacrificio de la población trabajadora. 

Las últimas encuestas de opinión como las que realiza el Banco de México ponen como primer obstáculo al crecimiento económico la inseguridad y la violencia que se vive en el país, y a su vez, la violencia económica de este modelo produce más inseguridad y más violencia social. El círculo virtuoso puede iniciarse con un cambio de política económica. 

Fuente Argenpress, por Carmen R. Ponce Meléndez (CIMAC) 

Para mayor información: http://www.argenpress.info/2011/07/mexico-jefas-de-hogar-una-nueva.html